Por Gil Jiménez – Coach y Facilitador de Procesos de Cambio
Hoy el calendario nos invita a hacer una pausa para reconocer una presencia que ha marcado nuestra historia desde el primer instante: mamá.
No solo celebramos a la mujer que nos dio la vida, sino a la guía silenciosa que, paso a paso, nos enseñó a caminar… no solo con los pies, sino con el alma. Aquella que nos sostuvo cuando caímos, nos alentó cuando dudamos, y creyó en nosotros incluso cuando nosotros mismos no lo hacíamos.
Ser madre es mucho más que un rol: es una manifestación viva de fortaleza, paciencia y amor incondicional. Es esa energía que abraza sin pedir nada a cambio, que cuida en medio del cansancio, y que permanece incluso cuando nadie más lo hace.
Hoy quiero honrarte, mamá. A ti, que fuiste y sigues siendo ese faro que ilumina mis noches oscuras. A ti, que con tu voz has calmado mis tormentas y con tus manos has sostenido mi mundo. Gracias por lo que hiciste, pero más aún, por lo que eres: un pilar irremplazable.
A todas las madres que leen estas líneas o que viven en el recuerdo de quienes las amaron: gracias por existir. Gracias por enseñar con el ejemplo, por amar sin medida y por hacer de este mundo un lugar más humano, más cálido, más esperanzador.
Que este día sea un espejo que les devuelva un poco de todo lo que han entregado.
Con gratitud profunda,
Gil Jiménez
Coach y Facilitador de Procesos de Cambio